Amoratado de golpes constantes
que me procura el infame teclado
sangrando antipoesía, no salvado
desierto de belleza y de tu arte.
De pronto, un día cualquiera, las
cosas se vuelven a acomodar.
En los resquicios de uno mismo va
entrando el humo del cigarro que
limpia, la cafeína que purga lo
que no quisieramos se quedara. Las
formas toman de nuevo belleza,
se abren caminos, cuando ya no
creías en nada, todo cree en tí.
No me molestarían las palabras
empujándose para ser escritas
de tanto sol quedaran bien marchitas
en la cruel página en blanco tatuadas
pero ni la música ni la gente
me entretienen, estoy en un perverso
estado de apatía inclemente
aún así , como un boxeador necio
vuelta a pelear de noche y madrugada
quedando en el papel, café con nada.