En el pasado el que alguien me dijera lo maravilloso que es tener hijos me provocaba siempre una gran flojera. Se me hacía muy autocomplaciente y lleno de lugares comunes. Ahora como padre, recordando esa situación trato de no dar consejos o saltar con opiniones propias cada vez que sale el tema. Aunque el hecho de tener un hijo me parece extraordinario, con momentos sublimes y muy difíciles también (los cuales se pasan por alto si se trata de animar a alguien) prefiero no ser de los que se emocionan al punto de las lágrimas dando detalles, ¿para que causar la misma desconfianza que muchas veces sentí de tales personas? Por más que trato de quedarme callado y silbar distraído no falta quien diga: -Ah y ¿como ha sido para ti?- Sin saber que empezaré sin muchas ganas contando para luego emocionarme y poco a poco ahondar en anécdotas hasta hacer a quien preguntó bostezar y preguntarse ¿para qué empezé esta conversación?
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