Una persona verdaderamente lúcida está tan alejada de una falsa persona centrada.
La persona lúcida ve las cosas como son, tal vez sin ser de su agrado; las ve sin analizarlas y sin teñirlas de color alguno. La persona centrada va por la vida tratando de ganarse el aprecio, el aplauso, sin arriesgar nada, sin tomar decisiones por si misma, con miedo e infinitamente aburrida.
La persona centrada se gana el aprecio de los de temerosos que le dan la bienvenida a su selecto club del 'que siga todo como está'. Son mayoría, por eso el lúcido parece relegado, pero eso no quiere decir que esté haciendo algo mal. Muy al contrario.