La nieve cayó de repente, mientras casi todos dormíamos. Se fue poniendo la ciudad blanca durante la noche y en la mañana; los relojes sonaron, la gente se levantó al trabajo, al colegio, muchos salieron y se encontraron que no podían llegar, que los caminos estaban cerrados, las universidades informaban del inminente cierre de sus campus. Los niños celebraron no tener que ir a la escuela, muchos celebramos no tener que ir al trabajo. Todo blanco, callado, la naturaleza obligándonos a parar, a detenernos. El ritmo del mundo aunque sea por un día, detenido. Que bueno, poder quedarse, estar calientes, juntos. Pero muchos, tratando con todas sus fuerzas de hacer lo que hacen todos los viernes, negando el mensaje rotundo del momento, con sus camionetas y sus prisas, dirigiéndose a algún lugar al que quizás no hacía falta ir. La gran mayoría de la gente no puede quedarse ni un día tranquila.