Apenas, mientras arreglaba unas pantallas para serigrafía me vino un recuerdo de no se donde. Cuando de pequeño, mis papás nos llevaban al D.F. siempre nos quedabamos en un hotel en la colonia San Rafael. Me encantaba. En cada cuarto había el clásico cuadro de la playa con gaviotas y otro más, sólo recuerdo el de la playa. Llevaban la firma del artista, Hernández, solamente. Sin importar el hecho que el mismo cuadro se encontraba en todas las habitaciones y que posiblemente después de pintar el número 60 ya no hubiera quedado mucha inspiración, el ver el cuadro me ponía a pensar, me gustaba su textura y la luz, aunque de técnica no sabía nada. Ahora me doy cuenta que gracias a él, pude concebir que un artista llevara el mismo apellido que yo, no necesariamente Dalí o Picasso, y que no por mi nombre necesariamente estaba destinado a ser contador o abogado.