Tradicionalmente cuando niños depositabamos nuestros tostones en un cerdito hecho de barro con una abertura en el lomo para guardar las monedas. Pero yo nunca confié en el cochinito. Haciendo mis cuentas al romper el marranito y contar los pesos siempre me salia mal la cuenta y aunque nunca lo pude comprobar sospechaba que el cochino se salia a la tienda de Don Simón a comprar gansitos, pingüinos, submarinos y chocorroles al no ser visto.