Lo que Mark ignoraba al comprar su boleto para la final de la Champions League en Moscú, entre Manchester United y Chelsea, era que su asiento se encontraba entre las gradas de los hinchas de su equipo y del contrario. Ignoraba también que él y sus amigos debido a la prohibición de beber dentro del estadio se meterían a un bar barato a varias calles de la Plaza Roja e ingerirían un vaso tras otro de vodka durante las horas previas al partido, como todos los demás.
Ni se le ocurrio pensar que habría tanta policía rusa por todas partes y de su escaso sentido del humor.