Monday, 13 October 2008

Azúcar

Dicen que el desayuno es la comida más importante del día. A mi nunca me ha atraído demasiado, de por si hacer cualquier cosa temprano me resulta complicado, y el tiempo que se invierte en cocinar algo o echarle leche al cereal se puede convertir en horas sueño. Pero de niño, mi querida madre se preocupaba de que siempre su querubín llevara algo en la panza a la primaria. Concesiones que hay que hacer con los padres. La idea de comer un huevo frito o revuelto por la mañana me podía hacer guacarear, entonces mi querida madre se las ingeniaba para darme lo mínimo posible como era mi deseo pero con la mayor cantidad de vitaminas, minerales y hierro (como en etiqueta de cereal).
Al iniciar la primaria, también por las prisas se trataba de un licuado. Como cualquier niño mexicano era seguidor fiel de pancho pantera y los chocolatotes (chocomiles) a los que se refería Cachirulo. Mi preferencia era por el chocolate Express de canela, que traía como imagen un tren que te daba la energía requerida durante tu labor. También era bueno el Carlos V, el cabrón, chocolatoso y dulce. Pero de esos rumores que se corren entre las mamás de que el Cal-C-Tose era la onda porque además alimentaba; pfhhhhh. Ahora que lo pienso además del nombre terrible el chocolate no tenía mas gracia que tener menos azúcar que los demás y dizque estaba adicionado con nutrientes; simón.
Pero porque quedarse con eso, porque no de una vez echarle un huevo, clara y yema en la licuadora para darle más poder. Fuuuuta, ¡una bomba! Me cae que las primeras horas en la clase de la maestra Rochy no podía asimilar un carajo, ocupada mi digestión en procesar el revoltijo. Yo sé que era con la mejor intención, pero si no me hubiera dado por el futbol y por correr como si tras de glucosa se tratara me hubiera quedado como menso sentado en el patio jugando matatenas o algo así.
En la primaria no vendian refrescos, por dañinos a la salud, ¿doble moral? porque el comité de padres de familia bien que permitía que se retacara a los pequeñines con pulparindos, ticos, burbu-sodas, tutsi-pop, pero no sabritas porque eran del diablo. Además cuando llegabas a sexto de primaria habría una semana en donde te tocaría de seguro vender dulces (intimidación de por medio) a los infantes de grados inferiores anhelantes de azúcar.
Tampoco se vendían refrescos enbotellados, pero si boings, porque tenían fruta. Chido porque luego podías jugar futbol con el triángulo de cartón apachurrado y hecho bola, porque no se permitía pelota o balón más grande o resistente que una pelota de esponja.
A la salida había una viejita bien arrugada que vendía los dulces y chamoys más avanzados en una mesita de madera plegable, parece que desde que la escuela abrió hacía más de un siglo. Su nieto vendía pepinos, jícamas y naranjas con harto chile y un señor cotorro ofrecía raspados de colores psicodélicos que solo los más aventados y sedientos se atrevían a probar.