Platicaban apenas a unos centimetros el uno del otro. Conversacion insustancial porque quien escuchaba no lo hacia y quien hablaba no podia dejar de mirar al destinatario y concentrarse al mismo tiempo. Cuando era el turno de ella, los ojos de el se desviaban naturalmente hacia el pliegue de la falda que mostraba apenas una zona desnuda. Las pupilas dilatadas, las manos inquietas. La vela se seguia consumiendo y el beso seguia esperando.