Wednesday, 28 November 2007

Nadie hace caso ya a las alarmas

Vivimos rodeados de sistemas de seguridad que nos procuran una disimulada tranquilidad. Esta mañana mientras esperaba el autobus, durante quince minutos sonó una procedente de una farmacia Boots. Los que nos dirigíamos a nuestros trabajos no pudimos mas que notar el molesto zumbido sin darle mayor importancia, como se espanta con la mano un mosquito. Podrían haber estado saqueando el lugar, pero los dueños de los negocios adyacentes y los empleados de a pie teníamos ya suficiente con nuestras procupaciones cotidianas para cuestionarnos o hacer algo al respecto.
Nadie hace caso ya a las alarmas. Ya sean de automóbiles, negocios, y sé de varios, incluyéndome que no se apresurarían a salir del edificio cuando suena la alarma contra incendios.
Son curiosos estos aparatos que supuestamente disminuyen la inquietud ocasionando precisamente eso que buscan prevenir. Máquinas de sobresaltos que las más de las veces suenan por error y cuando deben sonar no lo hacen.
La naturaleza paranoica de los humanos ha sido sobrepasada por la costumbre de oir chillar sirenas por todas partes y a todas horas del día o la noche. Del sobresalto hemos pasado a la costumbre de la llamada de peligro. Se han convertido en presencia cotidiana, en ruido de fondo.