Cuando llegaba a la oficina, algunos lo saludaban -buenos días, Don Cabra- él nunca jamás les contestaba.
Una o dos veces por semana, hacía una junta en el salón de la secretaría. Se subía a la mesa rectangular y larga y lanzaba alharacas que incluían palabras como: comisión, resolución y preocupación. Hablaba y salpicaba de frustración las caras de quienes lo escuchaban.
Cuando Agustín Cabra salía de la oficina, se dirigía a su casa, que era un pequeño departamento céntrico de una planta. Agustín sólo ocupaba dos cuartos, uno para él y otro para la tele; el tercer cuarto estaba lleno de nada.
La actividad favorita de Agustín Cabra era tirarse frente a su televisor de pantalla plana, y como tenía cable, cambiarle y cambiarle y cambiarle. Cuando encontraba un comercial se detenía ¡cómo los disfrutaba!
Desde que descubrió el canal de ventas no veía otra cosa. Se hizo de una dorada tarjeta de un respetable banco y ordenaba, lo que más le convencía. Como por ejemplo un día, pidió un sillón reclinable, con varias velocidades y masaje. Lo sacó, armó y se subió. Pero el sillón no era tan bueno como el anuncio prometía. Tanto fue su enojo que lo agarró a mordidas; nada quedó del forro de piel ni de las rueditas.
Otro día compró un curso de piano y teclados, apréndalo usted mismo. Todo se veía interesante, así que con su brillante tarjeta hizo el pedido. Tan pronto llegó, sacó el instructivo, el teclado y los regalos. Al querer tocar una cumbia, se dio cuenta que tocaba dos teclas cuando con su pata quería tocar sólo una. A patadas quedó destruido el instrumento, que no lo haría brillar en ninguna fiesta.
Cuando su alegría por la publicidad y las ventas se vio reducida, decidió tomar la tele por las antenas y dejar de hacer compras vacías. Tenía que cambiar su vida. Encendió el televisor y frente a sus ojos la solución a sus congojas: un curso completo de iluminación espiritual interactiva.
Descolgó el auricular, marcó el número, pidió el artículo con la clave FX4291, dio su número de tarjeta y desde ese momento se puso en silencio a esperar a que llegara su pedido.