Prohibido cachondear frente a la virgen (extracto)
Nota de Juan Pablo Becerra-Acosta M
Foto de Oswaldo Ramirez
En la parroquia de San Bartolomé Apóstol, en la zona conurbada de Naucalpan, hay un parquecito que casi rodea la pequeña iglesia, donde un enorme letrero advierte:
“El atrio y sus feligreses merecen respeto. Se prohíben parejas de enamorados. Favor de retirarse.”
Pasado el mediodía, jovencitas y muchachos que estudian en una secundaria pública aledaña suelen acudir en pandilla —o nada más en pareja— a la búsqueda de la arbolada sombra del lugar. Después de unos minutos de pololeo y risitas, los pubertos tórtolos aproximan sus rostros, rozan sus labios, y empiezan a juntar sus cuerpos adolescentes. Algunos son tiernos y discretos en sus escarceos, pero otros son atrevidos en sus caricias: un joven se sienta en una banca de cemento, su amiguita se aproxima, eleva una pierna, posa un pie en la banca, y deja al descubierto un firme muslo. El babeante mozalbete desliza una temblorosa mano por la pierna y llega a la zona de unas juveniles braguitas blancas, donde los exploradores dedos del chamaco permanecen largos segundos. De pronto la joven se zafa, pero en seguida se monta sobre las piernas del delirante escuincle que la ciñe de las nalgas. Y ahí están, largos minutos, ella en amazona, él en corcel que resopla, hasta que una patrulla pick up lanza un aullido de sirena y los anhelantes fajadores se separan y salen disparados.
Rodolfo, el mozo chaparro y cuarentón de la parroquia que lidera el padre Gabriel, barre las hojas de los árboles mientras cuenta que sí, que ellos acuden a la policía para que se lleve a los jóvenes.
—Son como perritos tras las perritas de la calle. Luego acaban acostados en el pasto unos encima de otros. Una cosa horrible y tremenda, señor. Por eso luego el padre manda a cerrar las rejas (que rodean al parquecito), porque se empiezan a revolcar bien feo: son escenas no aptas para curitas: parecen de cine porno, señor…
Uno. Un lugar prohibido para el romance intenso…
***
Dos. Paradero del Metro Indios Verdes. Andador J. Foto de Oswaldo Ramírez. Un altar. Una advertencia: “Prohibido cachondear frente a la Virgen”.
—¿Qué ha pasado aquí? —le pregunto a la dueña de un puesto ambulante colocado junto al altar.
—Pus lo normal, no es que los chavos anden desayunándose, pero luego sí andan con sus cachondeos. Les decimos que se vayan a otro lugar y ellos dicen que chale, que no están haciendo nada malo, pero para nosotros es cosa de respeto: frente a la Virgen, ni un besito. Nada.
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