Llevo ya un espresso y un macchiato
y aunque no es tanto
hay un ligero temblor en mi brazo.
Estoy ansioso,
sin razón alguna.
Como la gente que camina en la avenida
a pleno mediodía.
Desempleados, clochards recién despertados,
madres paseando a sus hijos
en carritos bien diseñados
con un inteligente escalón en la parte
trasera para que se pare
el primogénito mientras el menor
tranquilamente duerme.
Las mamis con ese tierno instinto asesino
de defensa echan encima a los peatones
su caro transporte con llantas anchas
poniéndo al frente la mejor coartada
a su existencia.
Bastante gente muestra miedo
en la cara,
ven a todos con desconfianza
sobre todo a aquellos con barba, piel obscura,
abrigos largos o con sudaderas con capucha.
Hay aquellos relajados que disfrutan
un paseo y un perenne sol
que se digna a asomarse pare verlos
ocupados en sus meaningless rutinas.
Aunque no tengo más ganas
que ver pasar de largo las horas
abré de rascar de este papel el lomo
con la tinta que tanto le gusta
porque hoy el monitor
no me atrae,
no me apetece.
Llevo poco más de una hora
disfrutando el i-pod en selección aleatoria
y hasta ahora que reparo en dar un sorbo
al café azucarado noto que está tocando
Country Girl de Johnny Otis Show.
Es curioso, pero basta a veces
parar y sentarse en un parque
o un café
para salirse del set
de la vida
y dejar de ser actor
para observar
como el mundo continúa
perfectamente
sin tu persona
dentro de él.