Thursday 3 April 2008

There will be blood

Daniel Plainview en el fondo de una claustrofóbica perforación golpeando fuerte y repetitivamente las rocas en busca de plata. El mismo Plainview colapsándose al fondo de la excavación y rompiéndose una pierna, enmedio del dolor lo primero que hace es tomar una roca y limpiarla para cerciorarse del contenido de plata en ella para luego guardarla celosamente en una bolsa de su camisa. Plainview se arrastra fuera de la mina y más tarde, tirado, con la pierna entablillada espera el análisis del contenido del metal. Escena inicial, tal vez unos diez minutos sin diálogo que dan la radiografía del personaje, ambicioso y perseverante. El Plainview que interpreta Day-Lewis es una fuerza indómita, como el petróleo que se dedica más tarde a extraer, su impulso no conoce obstáculos, no los hay para él, es como el flujo de petróleo que brota de la tierra a grandes presiones y arde.
La música de Jonny Greenwood crea las atmósferas, la tensión, que se amalgama a los silencios y a la misma voz de Day-Lewis; pausada y profunda. HW, su hijo adoptivo (Dillon Freasier), es tan sólo un instrumento tanto como su hermano (Kevin J. O'Connor) y todo aquel que toca su mundo. Plainview odia a todos y quiere todo para si mismo.
Eli Sunday (Paul Dano), el pastor de la congregación, es igual de ambicioso y manipulador que él disimulando tras el disfraz de piadoso. Ambos se odian y necesitan.
Las imágenes de Robert Elswit permiten casi respirar el humo negro de los pozos, embarrarse de aceite, ser parte de la aridez del terreno y de la vida toda del universo de personajes.
There will be blood es un monstruo genial. Un viaje a las entrañas de la vida americana entre vulgaridad y violencia varia . Peter Thomas Anderson ha creado un ciudadano Kane a lo Tony Montana en el oeste americano que hubiera imaginado Robert Altman; pero mejor.